Las diez claves para salir del COVID-19 sin quebrar nuestro futuro económico

Las diez claves para salir del COVID-19 sin quebrar nuestro futuro económico
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En mi anterior entrega en esta casa efectuábamos nuestro habitual repaso mensual de coyuntura económica, iniciado hace ya un año. Aventurábamos las posibilidades de una recuperación más o menos rápida, más o menos enérgica, de nuestra economía, en un contexto más esperanzador que hace unos meses pero sometido todavía a una tremenda incertidumbre. Apuntábamos también que el elemento clave para que dicha recuperación sea sostenible en el tiempo es la confianza, una confianza que requiere un marco político, institucional, fiscal y normativo robusto y estable. En la entrega de hoy reflexionaremos brevemente sobre los elementos que, en mi opinión, deberían conformar nuestro complejo y delicado mecanismo de salida.

Lo urgente y lo importante

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El mayor error que podemos cometer en esta transición pospandémica es regresar a los lugares comunes donde los actores políticos, económicos y sociales operaban a finales de 2019. Ni la volatilidad ni la incertidumbre van a desaparecer. Tampoco lo harán muchas de las tendencias aceleradas o iniciadas por la COVID-19, y ello exige nuevas formas de gestionar y decidir, que implican, por una parte, mayor rapidez, creatividad y asunción de riesgos, y por otra, renunciar al cortoplacismo predominante en la acción política. Se trata, aunque parezca una contradicción, de gestionar a la vez lo urgente y lo importante.

Lo urgente pasa por acelerar la vacunación por todos los medidos posibles, recuperar la movilidad y retomar la actividad económica. Y eso implica que, para arrancar, necesitaremos de aquellos sectores tan maltratados y denostados por no pocos políticos y analistas, esto es, el turismo, la hostelería, la restauración, el ocio... El economista Ángel Talavera lo apuntaba hace unos días: España perdió el año pasado 70.000 millones de euros en ingresos por turismo, una cantidad igual a todas las transferencias que recibiremos de los fondos europeos en los próximos años. No hay manera de generar esos ingresos por fuentes alternativas; pensar o decir lo contrario es pura majadería. España no va a cambiar de modelo productivo de la noche a la mañana, como si fuera algo mágico que se fuera a producir por el mero poder de nuestra voluntad. Tampoco podemos (ni debemos) abandonar el sector turístico sin abocarnos al suicidio económico por la vía rápida.

Lo importante nos exige reformas sistémicas de calado, que nos permitan superar los tremendos daños causados por la pandemia y perdurar en el tiempo.

Se trata, por tanto, de ir cambiando y construyendo a la vez que vamos adquiriendo tracción económica. Un reto mayúsculo. ¿Cuáles pueden ser las claves de éxito?

Un decálogo pospandémico

Decalogo
  1. Hay que estar muy atentos a los cambios en los patrones de consumo y actividad en cuanto levantemos las restricciones. Muchos sectores no van a comportarse exactamente igual, y esos cambios pueden ser permanentes. Nos tienen que coger mínimamente preparados.
  2. Lo indicado en el punto anterior afecta al turismo, a los viajes de negocios y a los intercambios comerciales. Implica nuevas formas de trabajo, de ocio, de intercambio y de prestación de servicios. Debemos analizar con profundidad cómo inciden en cada sector y en cada empresa y adaptarnos en consecuencia. No debemos dar nada por hecho.
  3. Renovarse o desaparecer. Lo hemos aprendido durante la pandemia; no nos queda otra opción que recuperar el espíritu pionero e innovar, incluso en los negocios más tradicionales. La tecnología nos puede ayudar cada día más. La digitalización es quizás el reto y oportunidad más urgente que tenemos como nación tras la pandemia. Con un aviso: la verdadera digitalización conlleva nuevos procesos, no un maquillaje tecnológico de las viejas prácticas.
  4. Para las empresas cuya actividad es dependiente de largas cadenas de suministro, este será un reto mayúsculo. Ya escribimos en su día los cambios que pueden producirse a nivel global; en este punto, diversificación es la palabra. La autarquía no es el camino, pero no podemos ser dependientes en todo. Debemos saber ubicarnos en el tablero geoeconómico global y hacer una cuidadosa selección estratégica,
  5. La pandemia nos ha enseñado las potencialidades del teletrabajo y el valor de la flexibilidad creativa para mantener la actividad económica, aunque no deben ser un fin, sino un medio. La conciliación de la vida personal/familiar y laboral, aprovechando todas las herramientas que vamos teniendo a nuestro alcance, es una de las palancas más potentes que tenemos en nuestras manos para mejorar la productividad y asegurar una mucha mayor participación de los jóvenes y las mujeres en el mercado laboral. Al final, todo ello significa crecimiento y riqueza.
  6. Toda actividad económica que, directa o indirectamente, tienda a mejorar el medio ambiente, la eficiencia energética, la optimización de los recursos, tendrá asegurado el interés de los mercados y del sector público. Los gobiernos van a gastar miles de millones en lo verde. No hay vuelta atrás en esta cuestión, a pesar de críticos y escépticos.
  7. La importancia de una buena sanidad asistencial, de la prevención y de disponer de un sistema de alerta y respuesta rápida requieren una mucha mayor atención del sector público y el privado a la cuestión sanitaria. Hay que adaptar y mejorar sistemas y procesos. Los hábitos y prevenciones adquiridos en la pandemia perdurarán en mucha gente. Hay que estar atento al impacto futuro de esos cambios. Otras pandemias vendrán.
  8. El gasto público se dedica cada vez más al consumo en perjuicio de la inversión. No podemos dedicar la mayor parte del presupuesto de las administraciones en gastos de personal y gastos corrientes, olvidando las inversiones, especialmente en el favorecimiento de la investigación y la educación. Después de la salud, deberían constituir dos elementos claves del esfuerzo público. Aquí los fondos europeos, bien canalizados, deberían jugar un papel crucial. Las dudas al respecto son muchas.
  9. Un gasto público más elevado exige más financiación que se pretende obtener con más impuestos, que en última instancia recaen en el sector privado. En un contexto de recuperación moderada tras una caída abrupta de la economía, los ingresos se reducen y tratar de aumentar la presión fiscal sobre los actores económicos puede ahogar esa misma recuperación. Huelga señalar que ese exceso de gasto público por encima los ingresos genera déficit. El déficit debe financiarse con endeudamiento público, y éste no deja de crecer. Olvidamos que una deuda excesiva nos hace dependientes y supone una carga injusta para generaciones futuras. Para pagar esa deuda, además, hay que crecer, y se crece favoreciendo la actividad económica, no entorpeciéndola.
  10. Finalmente, las rigideces estructurales (incluidas barreras de entrada) en el mercado laboral y de bienes y servicios son cada vez más significativas. El siglo XXI requiere flexibilidad, a empresas y administraciones. Las reformas son, en este punto, imperativas.

¿Estaremos a la altura?

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