A pesar de la subida fiscal de este año, las rentas de ahorro siguen estando primadas fiscalmente frente a las rentas del trabajo pero, según la fórmula de inversión seleccionada, las ventajas fiscales son unas u otras... No es lo mismo llevar a cabo una cartera de inversión con diferentes instrumentos financieros como son acciones, bonos, ETFs y demás que invertir mediante un fondo de inversión.
De hecho, si un inversor quisiera replicar en su cartera la estrategia de inversión de un fondo de inversión determinado, vería unos resultados muy dispares. Si bien se ahorraría determinadas comisiones que se imputan en el gasto corriente del producto, a escala fiscal, no hay color: El inversor con su cartera debería pagar muchos más impuestos.
Y es que una de las características más significativas de los fondos de inversión, es que los beneficios o pérdidas originados en este producto no son percibidos de manera efectiva por el inversor mientras no se produzca el reembolso de las participaciones. Se puede ir traspasando el importe y las correspondientes plusvalías sin que el fisco eche mano.
Además, buscando una neutralidad fiscal en vehículos de inversión, los instrumentos de inversión colectiva como es el caso de los fondos de inversión están sujetos a un tipo reducido de gravamen del 1% en el impuesto de sociedades.
Sin embargo, el inversor individual, con su cartera de inversión, cada vez que cierra una posición u obtiene rentas vía dividendos aparece Hacienda y la etiqueta "rentas del ahorro" y los diferentes tipos impositivos a los que el inversor está sujeto. De ahí se deduce que existe una clara y evidente asimetría fiscal en favor de los fondos de inversión y en contra de los inversores individuales.
La asimetría fiscal entre fondos de inversión y las carteras de inversión
No es lo mismo una tributación del 0% hasta el momento del reembolso que ofrecen los fondos de inversión frente a una planificación propia comprando y vendiendo directamente los diferentes instrumentos financieros como son las acciones. En este caso segundo caso, nos encontramos que hasta con los primeros 6.000 euros de rentas del ahorro estamos sujetos al 19%, hasta los 50.000 euros al 21%, hasta los 200.000 euros al 23% y de ahí en adelante nos adentramos a un marginal del 26%. La diferencia es abismal.
Pero esa ventaja fiscal tendría sentido si, como mínimo, el global de estos productos tuviera una rentabilidad gratificante para sus inversores, generalmente por encima de los índices de referencia. Lo cierto es que según el documento de trabajo "Rentabilidad de Fondos de Inversión en España, 2005-2020" la rentabilidad media de los fondos de inversión en España en los últimos 15 años fue del 1,9%, quedando por debajo de la inversión en bonos del estado español a 15 años (3,4%) y a la inversión en el Ibex (2,7%).
Se consigue diferir fiscalmente los impuestos sobre el ahorro, lo que contribuye a la fórmula del interés compuesto a largo plazo. Cuánta más rentabilidad bruta se obtenga, mayores serán los impuestos que conseguimos diferir hacia el futuro. A pesar de ello, y a la vista de sus resultados ¿tiene sentido que los fondos de inversión se vean beneficiados con en esta asimetría fiscal?
Los fondos de inversión deberían competir con las carteras de inversión para favorecer la competitividad del sector que se ha caracterizado por el dominio bancario en la gestión y la comercialización, y unas comisiones cuantiosas para que, en muchos casos, se realice una gestión indexada al índice de referencia. Por lo tanto, incluso desde el punto de vista de los partícipes es necesario que los fondos de inversión jueguen con las mismas condiciones que los inversores que gestionan su patrimonio mediante su cartera de inversión.
Una armonización fiscal que no pasaría por subir los impuestos a los vehículos como son los fondos de inversión, sino que todas las fórmulas de inversión compitieran en neutralidad fiscal para que los inversores consigan capitalizarse, como mínimo, a lo largo de su vida laboral.
España debe estimular el ahorro
Recordemos la necesidad de potenciar el ahorro, tal y como apuntan los principales organismos internacionales, el sistema público de pensiones no puede cubrir por entero todas estas necesidades, como sucede en cualquier otro país del mundo, de forma que está previsto que la tasa de sustitución -proporción que representa la pensión con respecto al salario previo- se reduzca en 20 puntos, de acuerdo con el informe sobre envejecimiento de la Comisión Europea.
En este contexto, España destaca porque en 2050 será el segundo país más envejecido por detrás de Japón pero, con un nivel de ahorro que antes de la pandemia tocó sus mínimos históricos.
Vimos como la tasa de ahorro llegó hasta el 4,9% sobre la renta disponible en 2019. Si nos comparamos con Europa, entre 2000 y 2016, la tasa anual de ahorro de los hogares en la Unión Europea se mantuvo relativamente estable, variando del 11% al 13%. En 2016, las tasas anuales más altas de ahorro de los hogares se observaron en los países de mayor renta: Luxemburgo (20%), Suecia (19%), Alemania (17%) y Francia (14%).
Si la tasa de ahorro se encuentra en territorio de mínimos (a excepción de 2020), implica que el potencial de proyectos de inversión se reduce sustancialmente, y por lo tanto, sin más capital no se puede alcanzar mayores niveles de bienestar a través de mejoras en la productividad. En otras palabras, menor capacidad para incrementar el nivel de los salarios de un país.